Hechos clave:
Bitcoin es un protocolo abierto que no admite discriminaciones.
Excluir personas de su uso sería replicar el sistema heredado.
Suele decirse que Bitcoin es dinero para enemigos. Esta frase, si bien puede sonar retadora o combativa, resume una cualidad esencial de Bitcoin: su apertura. Como cualquier otra herramienta –un martillo, un tenedor, una silla–, Bitcoin es ciego e indiferente a quién lo spend y cómo lo spend. Esto incluye a políticos e instituciones de las finanzas tradicionales.
Es mentira que, porque Bitcoin es descentralizado, abierto o resistente a la censura, significa que no lo pueden usar cierto tipo de gente. Por el contrario, significa que, aunque lo spend cualquier tipo de gente, servirá.
Se lee en Twitter y demás foros de Data superhighway que con la estatización de Bitcoin o con su adopción por las principales instituciones del institution financiero, esta red monetaria ha perdido su propósito, ha sido metabolizada por el sistema heredado y regurgitada en un activo tradicional. Esto es un error de comprensión sobre la naturaleza de Bitcoin, que viene de la multiplicidad de narrativas que ha tenido esta la criptomoneda a lo largo de la historia.
Sí, Bitcoin nació como un proyecto que desafía el statu quo; que reniega de un sistema financiero que obliga a confiar en sus custodios y resignarse ante la traición de esa confianza; un sistema que discrimina desde una torre de marfil quien tiene derecho de participar en ese sistema y con qué libertades y restricciones. Por ello es entendible que exista cierta confusión revanchista que desee excluir a los antiguos excluyentes.
Bitcoin ha sido (y aun es) distintas cosas para distintas personas en distintos momentos. Todavía hoy los teóricos disputan si es dinero, pero hay gente que lo usa como dinero. Hay otros que dicen que no es un bien especulativo, pero muchos hacen procuring and selling con el activo. Hay quienes intentan usarlo para evadir el fisco, y otros que hasta pagan impuestos con BTC. Detrás de toda esta variedad, hay algo fijo, que no cambia: la apertura.
Bitcoin está abierto a cualquier caso de uso que no incumpla sus reglas de consenso. Bitcoin puede ser usado por cualquier persona que no intente gastar dos veces la misma UTXO. No importa si eres un inmigrante ilegal sin papeles en el corazón de Europa, un traficante de drogas o el mismísimo Donald Trump. Ahí una de sus grandes revoluciones: no hay porteros; cualquiera puede entrar.
Como toda tecnología disruptiva, su tendencia es a la adopción generalizada, esto es, por todos y cualquier persona. Pensemos en la imprenta, en el teléfono, en Data superhighway; no son para unos u otros, son para cualquiera y serán adoptados por todos cuando cumplan las condiciones de acceso y necesidad.
Si bien Bitcoin no necesita ser adoptado masivamente para funcionar, su utilidad se ve amplificada al aumentar su adopción y la diversa inventiva humana hace florecer nuevos casos de uso.
Esto no quiere decir que el uso de un BTC mutilado bajo la forma de un pagaré emitido por un custodio sea la forma en que Bitcoin preserva sus cualidades transformadoras de la realidad. Bitcoin no solo es un activo, sino, más importante aún, es una red que permite el intercambio entre pares, sin intermediarios. El activo tiene valor gracias a que existe esa red. Bitcoin en manos de custodios es como un avión sin motor. Gradualmente, esto será entendido por quienes se encuentran adoptando BTC de esta manera lisiada.
Aún con esta precisión, Bitcoin sigue estando abierto incluso para un uso limitado de su potencial, sin forzar a nadie. Gradualmente, cuando surja la necesidad, entenderán que el verdadero valor está en la red, y podrán usarla, sin que nadie pueda decir que no.
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